Escondidos en un gimnasio, resguardados por granaderos que supuestamente ya no existían, violando los procedimientos legislativos, sin tener claro quién estaba presente y quién estaba votando, sin diálogo alguno, despreciando a estudiantes, abogados, jueces, ministros, magistrados, repudiando las súplicas de empresarios, inversionistas, socios comerciales, organizaciones internacionales, la manada de siervos del nacional populismo obradorista aprobó la reforma constitucional que destruye al poder judicial, haciéndose pasar por la Cámara de Diputados.
Hay algo desesperantemente patológico en las formas, los modos, la prisa y la soberbia con la que han llevado este proceso.
Insisten en que tienen el mandato de las urnas para destruir al poder judicial, pero eso es absolutamente falso.
En una encuesta publicada por el periódico El Financiero, el 53% de los encuestados confirma que conoce “poco o nada” de la reforma, la mayoría se pronuncia en contra de la elección de jueces, y la mayoría cree que los ministerios públicos y las policías, que tienen pésima imagen frente al público, pertenecen al Poder Judicial, lo que es falso.
Quizá por eso la prisa absurda, porque entienden que es una mentira absoluta que los mexicanos conocen su reforma y que están de acuerdo con ella. Quizá intuyen que si pasa más tiempo sólo crecerá el rechazo a la destrucción de la República que pretenden.
Además de una profunda tristeza que me invade permanentemente, y mucho coraje por ver la voracidad e los diputados del nacional populismo obradorista, tengo también muchas preguntas.
La primera es ¿Dónde está Claudia? ¿Recuerdas alguna transición en México en la que el presidente electo no fuera el eje principal de la escena política?
¿Quién era el eje principal de la escena política durante la transición, entre julio y diciembre del 2000, Zedillo, el presidente saliente, o Fox, el presidente entrante?
¿Quién era el eje principal de la escena política durante la transición, entre julio y diciembre del 2006, Fox, el presidente saliente, o Calderón, el presidente entrante?
¿Quién era el eje principal de la escena política durante la transición, entre julio y diciembre del 2012, Calderón, el presidente saliente, o Peña, el presidente entrante?
¿Quién era el eje principal de la escena política durante la transición, entre julio y diciembre del 2018, Peña, el presidente saliente, o lópez, el presidente entrante?
En todas estas transiciones, desde la declaratoria de validez de la elección, el eje de la discusión política era el presidente electo, no el presidente que estaba por salir
2024 es un año inédito en los peores sentidos posibles.
Claudia superó a lópez, por mucho, en porcentaje de votos y en votos totales, y hoy, a tres semanas de asumir el cargo formal de presidenta, nadie habla ella, nadie se ocupa de qué opina, nadie le pregunta en serio sobre las reformas, porque todo mundo sabe que su respuesta será “lo que dijo mi jefe”.
En plana transición, momento clave para un sexenio, la presidenta electa y su equipo son absolutamente irrelevantes, porque la voz cantante la llevan lópez, que dirige la orquesta, y Ricardo Monreal, convertido de nuevo en el obradorista más obradorista de los obradoristas.
Monreal se reconstruye como el nuevo pastor de la manada obradorista en la Cámara de Diputados, y al grito de “misión cumplida jefecito” le entrega hoy a su patrón la aprobación formal de su venganza contra el poder judicial.
Sigo sin escuchar un argumento medianamente coherente de parte de la secta del obradorato sobre la imperiosa necesidad de esta reforma. Ni siquiera se desgastan en tratar de explicar cómo podría su reforma mejorar la impartición de justicia. Sus argumentos se reducen a “el pueblo nos dio la mayoría, y podemos hacer lo que queramos”.
Algunos de los paleros más famosos en algunos medios han tratado de exponer que la intención de la reforma es la supuesta democratización del poder judicial, a través del voto popular, pero acaban balbuceando arengas ideológicas cuando alguien se atreve a preguntarles sobre la mejora en la impartición de justicia, el acceso a la justicia, los peligros evidentes de captura del poder judicial por parte del crimen organizado, y un largo etcétera de cuestionamientos que nunca pueden responder.
A partir del lunes pasado, fue patético como el presidente y su horda de paleros pretendieron denostar, desconocer y calumniar a la marcha de estudiantes del domingo pasado.
Desde “no eran estudiantes”, pasando por “sólo eran estudiantes fifis”, o “fueron manipulados”, o “ni eran tantos”, hasta “fueron a defender la corrupción del poder judicial”.
Lo cierto es que la autonombrada izquierda mexicana decidió desconocer y hasta atacar al nuevo movimiento estudiantil, que sólo busca salvar los sueños que tienen de poder ejercer la digna profesión de abogados, en un país que todavía sea una República de leyes.
Mientras todo esto sucede, se escucha a lo lejos el tímido y bajito susurro de los empresarios organizados que, con muy buenos modos y mucha educación piden al presidente y al nacional populismo que por favor, por favor, por favor no destruyan al poder judicial, esto en comunicados muy cuidados y muy ambiguos, publicados en las redes sociales oficiales de estas organizaciones, que nadie pela.
Por su parte, algunos valientes diputados de la oposición intentaron dar la batalla testimonial en ese improvisado gimnasio, en el que la clase política simulaba ser la Cámara de Diputados, pero con ningún efecto real.
Con mucha esperanza, varias organizaciones apuestan a que los 43 senadores de oposición resistirán los embates, chantajes, amenazas, intentos de compra y agresiones del nacional populismo obradorista.
Sólo tienen que doblar a uno, o a una senadora, para tener la mayoría calificada. Te confieso que tengo pocas esperanzas de que los 43 se mantengan firmes. Ojalá me equivoque, de verdad quiero estar equivocado.
Habrá que darles seguimiento personal y muy cercano.
Te confieso también que permanentemente me invade esa sensación, que seguro compartes conmigo de “ya valió madres todo, no hay nada que hacer”.
Como tú, tengo que luchar permanentemente contra esa desesperanza.
Pero si algo aprendí en este último año es a no intentar hacer predicciones. ¿Qué va a pasar con México? Nadie sabe, yo no tengo idea.
Sólo puedo analizar los distintos elementos que están hoy a la mano para interpretarlos y decir 5 cosas:
Desde el Maximato en los años cuarenta del siglo pasado, México no vivía una presidencia dividida en dos.
No conozco un solo caso de éxito en el mundo de un país bien gobernado por dos personas
Supongo que dentro del nacional populismo obradorista creen que somos tan especiales en México, que aquí sí se puede.
Yo veo ahí la receta del caos y la implosión interna. Ojo, repito, no es una predicción, es sólo una interpretación racional de los elementos que tenemos hoy a la mano.
Si esto sucede, el país necesitará como nunca tres cosas:
Esa es la Resistencia. Viva la Resistencia.